Manual para una democracia en peligro

Democracia en papelera
Puede depositar su voto aquí. Imagen de Nico Hogg

Es posible que hayan leído algo sobre el defecto de LexNET, una plataforma gestionada por el Estado que abogados y procuradores de toda españa están obligados por ley a utilizar para enviar cualquier escrito al sistema de Justicia. LexNet tenía un agujero tan grave como dejar abierta la puerta de casa. Miles de personas con la llave para borrar, modificar y consultar cualquier documento enviado por cualquier representante legal.

Se supone que la vulnerabilidad solo pudo ser explotada durante unas horas, aunque en ausencia de una investigación independiente sobre lo ocurrido no hay ninguna manera de verificarlo. Tomen buena nota los que llaman exagerados a los evangelistas del uso de software libre en toda la Administración: si no podemos ver el código, no podremos descubrir si nos mienten.

La gran pifia, que por sí sola daría para una columna tres veces más extensa, no es sino otro síntoma de una España cada vez más enferma. Como hacer este tipo de aseveraciones conduce a que le intenten encasquetar a uno la camisa de fuerza, procuraré escribir lo más rápido posible mientras llegan los muchachotes para meterme de cabeza en la ambulancia: considero que nuestra democracia está en peligro.

Antes de que usted también me traiga las sales, tómese un momento para reflexionar sobre la situación de nuestro país: élites económicas y herederos del franquismo controlando los destinos de una población amenazada por el desempleo y la crisis. Juicios que equiparan a humoristas y actores con defensores del terrorismo, prácticas de vallado y tiro al blanco en la frontera; fanáticos religiosos al mando de ministerios. Apellidos compuestos en consejos de administración cargados de testosterona, pobreza laboral y el capitalismo de amiguetes como rueda de molino en desayuno. comida y merienda.

La sintomatología, que es preocupante, no puede sino agravarse merced al buen hacer del cómplice imprescindible: unos medios de comunicación en militancia perpetua, enterrados sus principios democráticos sobre una gran montaña de publicidad institucional. Toda una saga que ríase usted de Falcon Crest, con periodistas mal pagados y perseguidos con saña, condenados a una vida de precariedad mientras escriben el siguiente artículo sobre los espectaculares datos del paro y quedan a la espera de que los popes les maquillen el titular.

¿Y qué ha sido del pueblo soberano? Acusado por unos de vagancia indolente y por otros de hacer apología de la sedición, se agita bajo las sábanas como el prisionero que se culpa a sí mismo por estar sometido a torturas. Nos llevan por la selva o nos internan en los campos. Como si fuéramos el nuevo Prometeo, nos acusan de robar el fuego sagrado y se ríen de nosotros por amar al águila que nos devora las entrañas.

No se preocupe, que esta reflexión no termina pidiéndole que coja el fusil. En vez de eso, péguese unos años sabáticos hasta que llegue la nueva cita con las urnas y disfrute del cuento al revés que han escrito para nosotros. Sea posmoderno y llévese las obras completas de Tolstoi al botellón, practique el hedonismo disciplinado y evite la austeridad por encima de sus posibilidades. Preocúpese por la política como si de verdad le importara; sea tacaño en obediencia y pródigo en rebelión; viaje para regresar a casa más burro y necio de lo que era antes. Cuídese mucho e ignore a los que no quieran que lo haga; ame y odie por encima de lo políticamente correcto. Cuando haya experimentado todo eso, luego vaya a votar. Tal vez acabemos por tener un golpe de suerte y esta vez gane Goldman Sachs.